La Diputación recupera la memoria de fusilados con objetos de las
fosas comunes
Una
fotografía, una corbata, una camisa con las iniciales bordadas… Son
objetos hallados en fosas comunes junto a los restos de personas
fusiladas durante el franquismo, al igual que botones, anillos, monedas
o crucifijos que guardan la historia de miles de represaliados durante y
después de la Guerra Civil. Estos enseres y utensilios, en manos de los
descendientes de algunas de las víctimas, dan vida a la exposición
‘Objectes (des)apareguts’, que podrá visitarse en la sala Contrafuertes
del Centre del Carme Cultura Contemporània ( CCCC ) hasta el 11 de
abril.
La muestra, organizada por la Diputació de València a través de la
delegación de Memoria Histórica en colaboración con el Consorci de
Museus de la Comunitat Valenciana, es fruto del proyecto de
investigación artística presentado por María Amparo Gomar en
reconocimiento a las víctimas y a “la deuda que tienen los familiares de
estas personas indefensas que fueron exterminadas por su ideología,
delatadas en muchas ocasiones por la inquina de sus propios vecinos”.
Puede visitarse en el Centre del Carme de martes a domingo de 11 a 21
horas.
“Para mí esta camisa es mi abuelo”, confiesa Daniel Galán, nieto de
Miguel, cuyos restos fueron hallados en la fosa 128 del cementerio de
Paterna. María, autora de la exposición, explica que para los
familiares, estos enseres personales constituyen “el único recuerdo
material de sus seres queridos”, esencia de la aproximación artística a
los objetos de víctimas del franquismo que el periodista Juan Miguel
Baquero describe como “testigos quietos del terror”.
El responsable provincial de Memoria Histórica, Ramiro Rivera, explica
que la iniciativa de María Gomar, máster en la Universität der Künste
Berlin, ciudad en la que la memoria se manifiesta en forma de arte en
calles, colegios y monumentos, arroja “respuestas sobre la conservación
de estos objetos, las historias que contienen y su simbolismo para los
familiares de las víctimas; y por encima de todo nos ayuda a tener
presente el pasado para no repetir estos crímenes contra la humanidad”.
Por su parte, el director del Consorci de Museus y del CCCC, José Luis
Pérez Pont, ha señalado que “la recuperación de la memoria histórica es
un tema abordado por numerosos creadores contemporáneos que buscan con
sus investigaciones artísticas poner un poco de luz sobre una parte de
nuestra historia que ha quedado invisibilizada. Con la exposición de
estos trabajos el CCCC contribuye a la reconstrucción de nuestra memoria
colectiva”.
Entrevistas con los descendientes
‘Objectes (des)apareguts’ muestra algunas de las piezas originales
halladas junto a los restos de represaliados del franquismo, si bien el
audiovisual se convierte en eje de la metodología expositiva, con
entrevistas a siete descendientes de otras tantas víctimas. Todos ellos,
testimonios de segundas, terceras y cuartas generaciones, destacan por
la ilusión que hace a los familiares poseer estos objetos. “Tenía un
reloj puesto, un anillo de casados, unos zapatos… yo los quisiera; me
dijeron que igual había balas, yo las quiero, es muy importante para
mí”, confiesa Esther en referencia a las pertenencias de su abuelo en
una de las historias recogidas por los antropólogos del CSIC.
En este caso, la exposición incluye las historias de siete represaliados
del franquismo a través de otros tantos objetos hallados en las
exhumaciones de cinco fosas, la mayor parte del cementerio de Paterna.
Enseres personales y utensilios que ayudaron a identificar los restos y
también a “cauterizar” la herida, como dice la historiadora Paloma
Aguilar, y cuya recopilación incentiva la corporación provincial con sus
ayudas para proyectos de memoria histórica.
Los objetos estudiados por María son una camisa con las iniciales M.G;
un lápiz y dos botones; una botellita de cristal; una corbata con restos
de sangre; unas cuerdas de maniatar; una fotografía y una carta. Algunos
de estos objetos han sido asignados ya a los restos de sus propietarios,
que han podido ser inhumados dignamente. Otros siguen bajo la custodia
de familiares que permanecen a la espera de identificar a las víctimas.
Las historias
La
fuerza del proyecto reside en las historias narradas por los familiares
de distintas generaciones a raíz del hallazgo de los objetos personales
de las víctimas. Así encontramos a Pepita Celda, una figura
imprescindible para comprender lo que suponen las exhumaciones en el
cementerio de Paterna. La recuperación de los restos de su padre, José
Celda, fue la primera de una larga lista en el camposanto valenciano
después de muchos años de obstáculos e impedimentos.
La historia de José, un labrador de Massamagrell fusilado junto a otros
14 compañeros de la misma localidad, nos relata un acto de justicia
poética a cargo del enterrador republicano Leoncio Badía, que depositó
una botellita de cristal junto a los cuerpos de la saca para que fueran
identificados en el futuro. A José Celda lo delató un vecino de su
pueblo por ser militante de Esquerra Republicana. Su hija Pepica, que
hoy cuenta la historia de José con la botella entre las manos, tenía
ocho años cuando le arrebataron a su padre.
Cada relato esconde una vida robada, como la de Manuel Hernández,
fusilado el 18 de julio de 1939 con un saquito en el hombro en el que
guardaba sus escasas pertenencias. El enterrador añadió retales de la
ropa de Manuel y entregó la bolsa a su mujer Gràcia, pasando de
generación en generación hasta llegar a manos de Amèlia, nieta de
Manuel, quien narra la historia de su abuelo contemplando el reverso de
una fotografía en el que escribe desde prisión a su mujer y su hijo.
El recuerdo de las víctimas cobra vida a través de los objetos
recuperados en las fosas. La corbata que Mª José Alba sostiene entre las
manos perteneció a su abuelo José, delatado por un compañero de Campsa y
fusilado en enero de 1941 tras haber protegido a un amigo republicano
para que no lo asesinaran. El nudo de la corbata de seda, recuperada por
su cuñado en la fosa 128 de Paterna, no lo ha deshecho nunca.
El montaje de María Amparo Gomar no habría sido posible sin el respaldo
y la colaboración de los equipos de exhumación de ArqueoAntro y Grupo
Paleolab CAVEA, el Museo de Cerámica de Paterna, la plataforma de
víctimas de fosas comunes y por supuesto los familiares.